Estos días estaba leyendo sobre
Martin Niemoler, y de cómo junto con Dietrich Bonhoeffer y
otros pastores protestantes reaccionaron contra el nazismo en 1933 cuando Hitler, en desarrollo de la
política totalitaria de homogeneización, denominada oficialmente Gleichschaltung,
impuso sobre las iglesias protestantes el "párrafo ario" (Arierparagraph),
que excluiría de la iglesia a todo creyente con antepasados judíos.
Niemöller fundó entonces, junto con Dietrich Bonhoeffer, la Iglesia Confesante (Bekennende Kirche), que se opuso a la
nazificación de las iglesias alemanas.
Aunque doctrinalmente propugnaba un neopaganismo,
el nazismo valoraba al cristianismo como religión nacional de los alemanes y se propuso
subordinarlo al racismo.
Con este propósito surgió en 1932 la organización de los Deutsche Christen (Cristianos Alemanes). Una vez los
nazis en el poder, una medida que impuso esta iglesia fue expulsar de sus filas
a todo creyente bautizado pero con antepasados judíos. También excomulgaba a
militantes de partidos u organizaciones anti-nazis.
Algunos pastores se unieron a la idea
de la supremacía nazi pero otros reaccionaron frente a la barbarie y el
exterminio que se estaba produciendo y se manifestaron con el peligro de perder
su propia vida.
Realizaron
una reunión en Barmen y los confesantes acordaron la llamada Declaración
de Barmen, que rechazó específicamente la subordinación de la Iglesia al
Estado y a las "doctrinas incorrectas" que pretendían subordinar a
Cristo a los planes del poder humano. La declaración indica que la Iglesia
"es sólo propiedad de Cristo, y vive y desea vivir únicamente de su
aliento y de su dirección".
La declaración de seis puntos
colocaba el énfasis en pasajes bíblicos referidos
a la alternativa entre seguir a Cristo o al Estado:
1. Jesucristo, como dice la Sagrada
Escritura, es la Palabra de Dios que escuchamos, confiamos y obedecemos en la
vida y en la muerte. Rechazamos la falsa la doctrina que pretende encontrar en
otros acontecimientos o poderes la revelación de Dios. Juan 14:6 Juan 10:1-9
2. Cristo nos redimió por voluntad de
Dios y no puede ser sustituido en nuestra vida por ningún caballero o
rango 1Corintios1:29-31
3. La Iglesia es una comunidad de
hermanos unidos en el amor de Cristo y rechaza cualquier doctrina que pretenda
que deje esta convicción para supeditar su mensaje a los vaivenes de la
política Efesios 4:l4-16
4. La función de la Iglesia no es
dominar sobre otros, sino practicar el servicio a todos los demás Mateo 20:25-26
5. El Estado tiene un papel para
asegurar bienestar, paz y justicia, y la Iglesia reconoce ese papel y llama a
cumplir sus responsabilidades a gobernantes y gobernados, pero la Iglesia
confía en la palabra de Dios que rige todas las cosas y no puede aceptar la
doctrina falsa, según la cual el Estado es el único y total regulador de la
vida, ni puede la Iglesia convertirse en una agencia del Estado 1Pedro 2:17
6. Jesucristo nos acompaña hasta el fin
del mundo Mateo 28:20 y
su palabra no puede ser encadenada 2Timoteo 2:9
En enero de
1946, los representantes de la Iglesia Confesante se reunieron en
Frankfort para debatir su actitud en los tiempos de la dictadura y Niemöller
subió al púlpito para pronunciar un sermón que después repetiría muchas veces.
En la Semana Santa celebrada ese año en Kaiserslautern dijo entre otras cosas
en su sermón titulado:
¿Qué hubiera dicho
Jesucristo?
Sí, Hitler atacó a los comunistas, pero ¿no
eran ateos y revolucionarios?
Y sí, aniquiló a los incapacitados y los
enfermos, pero ¿no eran una carga
para la sociedad?
Y. claro, exterminar a los judíos era
deplorable, pero los judíos no son cristianos, ¿verdad?
Y lo de los países ocupados era una lástima,
pero por lo menos eso no ocurrió en Alemania ¿no es cierto?
Ninguna excusa justificaba todo eso.
No podemos negar la necesidad de expiación
con la excusa de que “me habrían matado si hubiera hecho algo”.
Preferíamos mantener silencio. Está
absolutamente claro que no somos inocentes y me pregunto una y otra vez: ¿qué
habría pasado si en el año 1933 ó 1934, 14.000 pastores protestantes y todas
las comunidades protestantes de Alemania hubieran defendido la verdad hasta la
muerte? Si hubiéramos dicho: “No es correcto que Hermann Göring simplemente
meta en campos de concentración a 100.000 comunistas para que mueran”. Puedo
imaginar que tal vez 30.000 ó 40.000 cristianos protestantes habrían muerto,
pero también puedo imaginar que habríamos salvado a 30 ó 40 millones de
personas, porque eso es lo que el silencio nos costó.
(Niemöller)
Ahora yo me pregunto cuánto cuestan
los silencios, cuánto cuesta el silencio de la iglesia frente a las injusticias
sociales, si yo estaría dispuesta a morir por amor a otros y en coherencia con
lo que Cristo me ha enseñado….y tristemente no se qué contestarme
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