“Existe
en el ser humano algo que no tiene precio, porque está más allá de todo precio y, al mismo tiempo, da
su precio a todo lo que tiene precio”.
B. Vergely
A unos novecientos metros
de altura sobre el monte de Gurugú, esperan cientos de inmigrantes llegar a
España y salir de África. Llevamos meses asistiendo al salto de la valla de
Melilla, viendo a centenares de ellos rasgándose el cuerpo con las
“concertinas” y a la vez el corazón, en ese deseo de rebasar las barreras de
occidente y encontrar el “gran dorado”. No solo hay marcas en su piel, sino en
su alma frente a la desesperación, injusticia y angustia.
Comienzan
el viaje sin saber ni a dónde van, ni cuánto va a costarle, que la mayoría de
las veces es mucho, demasiado, hasta la vida. Pierden su poco dinero en las
primeras etapas y luego solo queda sobrevivir al día siguiente. Un día más con
vida, eso es lo que importa. Todos han tenido que vender sus documentos auténticos
y han fabricado identidades falsas para ir superando países. Hace poco leí un
artículo donde uno de ellos comentaba: "He
atravesado países donde me han estafado, me han pegado, me han encarcelado. Yo he intentado venir hasta Europa de forma legal, pero esa opción para nosotros no
existe".
En el Gurugú se
encuentran los “sin patria” que viajan a pie llevando sólo lo puesto. No llevan
equipaje físico pero si una mochila de desesperanza, tristeza, miedo,
incomprensión y almas rotas. En la desesperación de poder llegar a Europa en
busca de… ¿un mundo mejor?
Este es el
paraíso que hemos construido. Un lugar lleno de muchos que no tienen nada y
pocos que tienen demasiado. Se discute en la televisión por contertulios de
ambos lados políticos que la cuestión no es el no querer dejarlos entrar sino que no se puede colapsar
el primer mundo con la llegada masiva de africanos. Se cuestiona si se
devuelven “en caliente”, si se les tira pelotas de goma, si las “concertinas”
son peligrosas o no, si no caben en los campamentos de acogida….blablabla…
Y solo me
pregunto lo siguiente: Si yo tuviera de todo, o casi todo, lo que necesito en
mi casa y una familia estuviera a mi puerta, durmiendo en la calle, sin comida,
sin abrigo, sin agua ¿pasaría de largo cada día pensando que en casa solo hay
capacidad y alimento para mi familia, o
les dejaría entrar y compartiría con ellos?
En nuestra
casa, en nuestra Europa, ya no caben más inmigrantes y es cuestión matemática:
para que pocos vivan bien se necesitan
muchos que vivan mal. Que sigan allí abajo y nos dejen tranquilos, que vivan en
su “pintoresca” miseria. Ya iremos nosotros de vacaciones y nos haremos algunas
fotos para el facebook, los políticos y empresarios harán safaris sacando un
dinerillo de sus bancos de Suiza y todos felices.
Pero
entonces que hacemos con la dignidad humana. “Aquella condición
especial que reviste todo ser humano por el hecho de serlo, y lo caracteriza de
forma permanente y fundamental desde su concepción hasta su muerte”.
La dignidad humana como
condición de ser humano, es el hecho de acceder sin ningún costo a los derechos
y las obligaciones que se van generando con el paso del tiempo y de acuerdo a
las condiciones sociales en las que normalmente se mueve por el hecho de estar
o pertenecer a un grupo social; esto implica pues, un respeto mutuo de sus
derechos como lo son a tener una vida digna, con un honor, con una buena
reputación, sin ser de ninguna manera objeto de ultrajes o humillaciones.
Es necesario practicar la dignidad. No
se trata de la búsqueda del reconocimiento a nuestros méritos, sino del respeto
por lo que somos y a la vez otros son y el compromiso de actuar en la vida en
función a ella en lo relacionado con el prójimo.
La palabra dignidad proviene del
latín, dignitas. Está asociada
al valor personal, al mérito, a la virtud, a la condición, al rango, al honor.
Se la asocia también a la idea de la belleza majestuosa, a la magnificencia.
Por eso lo indigno es siempre feo y oscuro.
Reflexionando sobre ello recordé que
a los políticos que rigen las naciones se les llama “altos dignatarios” y no
supe si ponerme a reír o a llorar. Como siempre, cambiamos respeto por jerarquía
social. El tanto tienes tanto vales
de siempre. Si no hay dignidad perdemos la esencia del hombre y el ser humano
pierde su verdadero valor.
Si herimos la dignidad de una
persona, destruimos de alguna manera su humanidad.
La práctica de la dignidad hace al ser humano creer en ideales Y tener
ideales es trabajar en el camino de luchar por el otro. Es pensar que las cosas imposibles pueden
convertirse en posibles. Pero los sueños no nacen de la indiferencia o de la pereza sino del esfuerzo.
Un idealista es alguien que tiene
necesidad de actuar para que el mundo y él mismo puedan mejorarse y
transformarse. Todos sabemos que los ideales nos cambian. Permiten una
transformación interior del individuo y también, como consecuencia, una
transformación de la sociedad.
Michel Lacroix decía que “el alma se tiñe del color de los
pensamientos que la ocupan… si sus pensamientos se tornan hacia un ideal, el
alma se eleva… si al contrario, el alma está privada de ideal, se empobrece”.
Pero nos han confundido en cuanto a
lo que a ideales se refiere y estamos desconcertados,
porque las ideologías, los partidos y los regímenes de manera explícita o implícita
han tergiversado la idea de la dignidad.
Hoy, más que nunca, es el criterio de
la dignidad lo que nos puede permitir decidir sobre la validez de los ideales que
debemos alcanzar. Toda propuesta que no promueva la dignidad del hombre,
contiene ya en sí el germen de su deshumanización y nos puede llevar a
caminos muy peligrosos de andar.
La dignidad debe permitirnos vencer el miedo
al compromiso y a los ideales. Porque una cosa es cierta y es que algo tendremos
que hacer con tantos “montes gurugus” desde donde nos miran los que no tienen
nada. Y cuidado que tal vez de aquí a nada tú y yo estaremos subidos en uno de
esos montes con el alma desgarrada por las “concertinas” de la sinrazón.
Y que podemos hacer Reyicas?
ResponderEliminarPor lo pronto dejar de juzgar a otros cuando nosotros hacemos lo mismo o peor. Y luego orar por este tiempo que es profético...y después intentar en nuestra parcela trabajar por los más desfavorecidos
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