Hay de los que dictan leyes injustas y prescriben
tiranía, para apartar del juicio a los pobres, para quitar el derecho a los
afligidos de mi pueblo; despojar a la indefensa y robar al huérfano.
Estos días de asueto he
decidido leer Isaías, el profeta. Me doy cuenta una vez más que nada hay nuevo
debajo del sol. Y como muestra sirva el versículo que encabeza este escrito.
El mundo vive en su propio
caos montado por nosotros mismos y los políticos en su afán de poder y
enriquecimiento nos llevan a lo de siempre…pobres, afligidos despojados y
robados sin ningún remordimiento.
Es un mundo avocado a violencia
gratuita. En las televisiones solo informan de horrores de la manera más explícita
posible. Hay un trágico accidente pues fotografiemos lo peor de ello, que en
Rusia los ultras de derechas humillan, torturan y hasta matan a un homosexual
por el hecho de serlo, pues saquemos fotos y videos lo más sangrante posibles.
Eso es lo que vemos y lo que se queda en nuestra retina, asesinatos, muertes,
robos, contiendas, mentiras…
Hoy reflexionaba sobre algo
que se borro de muchas retinas humanas, la presencia de Dios. En el Edén antes
del pecado, Dios paseaba por el huerto viendo su creación y charlando con el
hombre. Con el pecado esta relación se opaca y la presencia de Dios comienza a
ser menos nítida. El hombre si “miopiza” (me lo acabo de inventar) en su relación
con El y comienza a ser más dificultoso el poder ver y oír a Dios. Ahora bien,
yo creo que con la muerte de Cristo por nuestro
pecado volvemos a tener acceso directo al Padre. Y por tanto hay un
punto donde Dios y el hombre se vuelven a encontrar. Ese, exactamente, es el
lugar donde ocurren los milagros.
Hay una zona donde está el
mundo espiritual y otra del mundo material pero en medio podemos cruzarnos y
experimentar lo inexplicable. Ahí es donde se tiene que situar el hijo de Dios.
Un cristiano que no atraviesa ese límite nunca vera nada sobrenatural y un
cristianismo sin lo milagroso es aburrido, tedioso y hasta diría pecaminoso.
Debemos acercarnos por la
oración a ese lugar y aprender a quedarnos allí por mucho tiempo. Porque como leí
una vez lo sagrado no es una sensación sino un lugar. El problema es que cuando
intentamos viajar allí la realidad material nos tira hacia ella intentando que
perdamos de vista la Shekina de Dios.
Es real se lugar cerca del
Señor, sino como explicar esa paz que sientes cuando miras el cielo, o esa
repentina tranquilizad en medio de la adversidad, ese amor y remanso en medio
del dolor. Este tipo de cosas muestran que en ese momento nuestro cerebro ha
respondido a Dios.
Dios no es una elección
sino una necesidad del hombre.
Vayamos al lugar donde
ocurren los milagros y aprendamos a vivir allí cerca de la presencia de Dios o
lo que es mejor aún... cerca del Dios de la presencia.
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