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jueves, 18 de julio de 2013

Si claro,estoy orgulloso de la raza humana


En 1936 Hitler y el partido nazi, con un programa
racista, xenófobo y aberrante gobernaban Alemania.
Los Juegos Olímpicos de ese año se celebraron en Berlín,
la capital de Alemania.
 El ganador de más medallas en esos Juegos fue
el norteamericano Jessie Owens, un atleta negro.
Hitler se marchó del estadio olímpico para evitar darle la
mano. Cuando un periodista nazi preguntó al campeón si
se sentía orgulloso de su raza, Owens contestó
sonriente: "Sí claro, estoy orgulloso de la raza
humana".

Los fenómenos del racismo, la xenofobia y la intolerancia, alentados  por diversos factores económicos, sociales, políticos o culturales, se han convertido en un auténtico motivo de preocupación para todas las sociedades democráticas de nuestros días y para los ciudadanos y ciudadanas, que vemos amenazados los valores y principios que sostienen la convivencia pacífica y asistimos con espanto a la violencia desatada contra los más débiles, a la persecución de las minorías, a la marginación de grupos, etnias y personas que no se ajustan a los patrones establecidos que en realidad no sé bien quien establece. Los centros docentes y la educación que en ellos se imparte no sólo no pueden quedar al margen de estos problemas sino que, por el contrario, constituyen un instrumento especialmente idóneo para combatir y ante todo prevenir actitudes, que atentan directamente contra la dignidad esencial de la persona y atacan el fundamento mismo de la igualdad  entre los seres humanos.

Está claro que nuestro país está cambiando. Pero uno de los más grandes cambios ha sido la recepción continua de inmigrantes. Atraídos  por una vida mejor han llegado con expectativas de futuro, buscando el Dorado, que nosotros en los años 60 y 70 fuimos a buscar a otros países. Con ellos evidentemente llegan nuevos hábitos, idiomas, costumbres, y toda la diversidad que llevan las culturas.
En poco tiempo hemos tenido que hacer hueco a nuevas culturas, nuevas creencias y nuevos modelos de pensar y de vivir. Y evidentemente este proceso está lleno de dificultades que nos llevan a dos puntos muy dispares, o la integración o el racismo y la discriminación.
Hay que hilar muy fino  porque la integración de las minorías es algo complicado. Debemos integrarlas a la sociedad como personas de pleno derecho y además crear una convivencia pacífica y de enriquecimiento mutuo.
Es evidente que no nacemos siendo racistas, es decir, pensando que los demás son inferiores a nosotros.
Es algo que se va adquiriendo de lo que vemos a nuestro alrededor, lo que oímos, lo que experimentamos. Está claro que son los otros los que nos enseñan a ser racistas, sobre todo los más cercanos, los que deben educarnos.
En mi experiencia escolar he podido comprobar que los niños de 3 a 5 años no tienen ningún tinte racista. En una escuela multicultural, como la de hoy en día, aprenden y juegan juntos niños de todas las razas, lenguas, religiones y colores. Es en ese crecimiento cuando empiezan a ver y a oír ideas y  acciones racistas que comienzan a ser adoptadas por ellos.
 La escuela debe adaptarse a estos nuevos tiempos Pero está claro que no depende solamente de ella, aquí todos entramos en el juego.
Y tengamos clara una cosa, todos podemos ser víctimas o verdugos en algún período de nuestra vida, en lo referido a racismo, prejuicio y discriminación

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