PERO…..POR DENTRO ME
QUEDO DE PIE
Hace tiempo leí una anécdota
que hoy el Señor me volvió a recordar. Era de una mama y su hijo. Los dos iban en el
coche y el niño no quería sentarse. La madre le recrimino varias veces que se
sentara pero el hizo caso omiso de sus peticiones. Ella, muy enfadada, le dijo
con autoridad: “o te sientas o estarás castigado toda la tarde” a lo que el
niño contesto: “Me siento, pero por dentro me quedo de pie”.
Esta historia tiene grandes
enseñanzas para mí. La mayor, es que tanto la humildad como el orgullo y la
rebeldía son actitudes que están dentro del corazón, en nuestro interior. Y la
segunda, que podemos tener una pose externa que no tiene nada que ver con lo que
sentimos en nuestro interior. Y si no regulamos eso creará conflictos en
nuestra vida. No podemos estar siempre guardando la pose, por algún lugar
haremos aguas.
En ocasiones en nuestro
viaje por la vida queremos ir de pie a sabiendas
del peligro que supone. Pero nuestro orgullo es mayor que nuestra reflexión sobre
lo peligroso de querer actuar de una u otra manera.
Recuerdo que cuando mi hija
era pequeña le encantaba meter los dedos en los enchufes. Yo siempre estaba
pendiente de que no lo hiciera, la regañaba y no surtía efecto, los enchufes
eran una atracción fatal para ella. Pero un día comiendo con unos amigos, en una
distracción, metió los dedos mojados en uno de ellos y tuvo una descarga eléctrica.
Gracias a Dios no ocurrió nada grave, se quemo un poco los deditos. Ahora sí,
el susto fue tan grande que jamás volvió a meter los dedos donde no debía.
Es triste que en ocasiones
debamos sufrir las consecuencias de nuestra cabezonería y que una y otra vez
hagamos las cosas mal hasta que peligrosamente jugamos con nuestra vida. Yo
creo que se puede aprender de las experiencias de otros, de las enseñanzas de
otros, aunque eso requiere humildad. Creer que somos enseñables. Enfréntate a
esto en tu vida: Tienes mucho que aprender de otros. Si podemos evitarnos “una
descarga” porque escuchamos a los que nos avisaron, mejor que mejor.
Pero creo que el mayor
problema y más difícil de tratar es el de aparentar que todo va bien cuando
todo va mal. Sentarnos porque nos interesa, porque en esos momentos sabemos que
debemos guardar las apariencias. El inconveniente
es que no somos tan sinceros como este niño de la historia y que cuando somos
adultos podemos tener esa misma actitud, pero ya no hace ni pizca de gracia. No
lo decimos porque ya aprendimos a ser políticamente correctos, pero nos
sentamos fastidiados y esperando el momento preciso para ponernos de pie y
rebelarnos.
Creo que nuestro corazón
siempre debe estar limpio de rencores y aprender a escuchar a los otros porque
tal vez puedan tener razón.
Mirar desde el balcón y
decir todo lo que los otros hacen mal es muy fácil, yo lo sé hacer a la
perfección. No se trata de eso en la vida, y mucho menos en la vida cristiana.
Se trata de bajar a la calle de luchar desde dentro. De trabajar codo con codo,
de ser empáticos con los demás, de no creernos los más listos. Amigo, te puedo
asegurar, que ninguno somos el ombligo del mundo, un poco más de cristocentrismo no nos vendría
mal a todos.
Debemos de ser
trasparentes, abrir nuestro corazón y hacernos sensibles a la posibilidad de
ser dañados. ¡Y qué! Prefiero mil veces ser dañada que cerrar mi corazón a las
personas y dejar de creer en ellas. Aunque amando
más sea amado menos, este era el lema de Pablo, de Jesús e intento que sea
el mío.
Si alguna vez te sientas
porque alguien te lo dijo, que no solo sea una pose sino un acto de corazón. Y
si no lo entiendes dialoga, pregunta, intenta comprender al otro. Al fin y al
cabo lo que más importa no es salirnos con la nuestra es poder vivir y aprender
de los que nos rodean. Porque aquí lo que verdaderamente debe primar son las
personas.
Yeeeah, me ha encantado :) Sobretodo lo de "ser más enseñables". Como bien dices, no se trata tanto de "salirnos con la nuestra".
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