
Ese día entró hasta el
recibidor de mi casa, no se sorprendió al oírme decir –bueno, pasa un poco
dentro y charlamos-. Simplemente exhibió
esa sonrisa que le caracterizaba y paso. Allí de pie junto a él me inundó
una extraña sensación de calor que me hacía sentir protegida, pero a la vez hablando con
él experimentaba una rara intranquilidad en mi interior.
Comenzó a charlar conmigo
como si me conociera de toda la vida y su dulce voz me hizo ir bajando los
muros que estaban a mí alrededor. Comencé a sentirme tan ajusto con su
presencia que sin darme cuenta le había invitado a pasar al comedor. Se sentó
tranquilo y sereno, parecía que se sentía en casa, cosa rara porque yo nunca le
había dejado entrar. Fui a la cocina y le prepare un te aromático, no se, pensé que le gustaría. Juntos lo tomamos y reímos y reímos. ¡Cuanto tiempo hacía que
no reía así! De repente los dos nos callamos, fue el silencio más largo de mi
vida. El me miró y yo me sentí avergonzada. Ante sus ojos me parecía que yo era
trasparente y que podía ver las cosas que no me agradaban de mi misma.Eso me puso intranquila. Por un
momento me sentí avergonzada, nadie sabía mis secretos más profundos, pero pareciera
que su cuerpo era un espejo donde se reflejaba todo mi interior. En ese momento
tuve ganas de decirle que se fuera, esa situación me era muy molesta y
dolorosa. Alce mi mirada para decirle que sería mejor que se marchará pero al
cruza sus ojos con los míos sentí su amor. Su amor ....como ondas que llenaban todo
mi ser y me mecían como olas. Ya no quise que se fuera, alguien que emana ese
amor por mí viéndome tal y como era, con mis defectos y mis miserias...nunca
había encontrado en mi vida alguien asi.
De repente se levantó del
sillón y como si conociera perfectamente mi casa comenzó a subir las escaleras.
Yo, le seguía peldaño tras peldaño preguntándome donde iría, si seguía subiendo
vería el desorden de algunas habitaciones y eso no me gustaba. A él no parecía
importarle ese desorden y comenzó a canturrear mientras seguía su camino. De
repente llegamos a la última planta y se paró mirando una de las habitaciones.
¡No!, pensé yo, ahora entrará en el cuarto más desordenado de toda la casa. Me
preocupaba tanto lo que pensará de mí. Abrió la puerta y pasó. El lugar estaba
completamente desordenado y me excuse –es que no subo mucho por aquí- le dije. Ya,
ya lo veo- contesto. Paso entre los libros que se amontonaban en el suelo y se
acerco hacia la pared. Allí había un gran ventanal cerrado. Antes de que
intentara nada le dije –no se puede abrir, siempre ha estado cerrado y como
nunca subo por aquí no me he preocupado en arreglarlo- Me miró y volvío a sonreírme,
cuanto me gustaba esa sonrisa. Me dijo: Ven acércate, la abriremos juntos. Pero ¿Cómo?
dije yo, ¡jamás pude hacerlo!. El sonriendo aun contesto: es que siempre lo
intentaste sola, prueba conmigo. Los dos pusimos las manos en el manillar de la
ventana y tiramos con todas nuestras fuerzas. ¡Zas! La ventana abrió de
repente. Y una luz clara y nítida deslumbro mis ojos. El viento entro por el
gran ventanal y yo comencé a respirar profundo. Nunca inhale un aire más puro,
una brisa más gratificante. Los dos reíamos y comenzamos a ver el cielo, las nubes que corrían
con prisa y los pájaros volar. Estuvimos frente a la ventana muchas horas, charlando, riendo, respirando profundo y así llego la noche. El me enseñó las estrellas,
hablaba de ellas como un pintor hable de su obra y las miramos. Miles de
estrellas flotando en el cielo. Y en ese momento comprendí todo. El siempre había
estado conmigo y había deseado este momento desde hacía muchos años. Espero
paciente que le dejara entrar en casa para poder subir allí y enseñarme las
estrellas. Ese definitivamente era el mejor lugar para mirar el cielo.
Entendí que pasarían muchos
veranos cálidos, otoños de melancolía, inviernos de tristeza y que siempre volvería
a resurgir la primavera. Pero ahora ya nada importaba, era feliz. Sabía que abría
momentos difíciles en mi vida y hermosos días para recordar. Vendrían tormentas
y vientos volviendo luego a florecer rosas en mi corazón. Ahora ya nada
importaba, ahora no había miedo, Él siempre estaría conmigo.
Ahora tenía una gran
ventana con vistas….con vistas al cielo.
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