Las luces de nuestro corazón siempre deben estar encendidas. Nunca sabemos cuando puede haber a nuestro lado un naufrago que necesite un faro al cual dirigirse. Esas luces sólo pueden estar encendidas si Dios es el que dirige nuestras vidas y nuestros corazones.
Es precioso poder pensar que somos de los que podemos llevar a puerto a otros. Siempre hay faros a nuestro alrededor a los cuales dirigirnos. Otros nos ayudaron a nosotros a llegar a puerto seguro y pudimos encontrar el descanso que necesitábamos.
Pero evidentemente, nuestras vidas deben dirigir a otros a puertos de paz y sosiego.
La vida realmente es eso,ir de puerto en puerto y volver a navegar. Hallar el descanso, las fuerzas y aprovisionarnos para la próxima aventura. Así,mar tras mar, y poder llegar al último puerto seguro.
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