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viernes, 20 de julio de 2012

Amanece...que no es poco...



Al caminar bajo los pasos de Jesús nos damos cuenta que la vida cristiana es una larga carrera de fondo. 
Los discípulos comenzaron el  viaje con Jesús y vivieron en primera mano que significa caminar en sus pasos.
Cuando Jesús alimento a los cinco mil aprendieron que Dios no espera grandes cosas para bendecirnos sino disposición de dar lo que tenemos. Y que Él, cuando nosotros decidimos que no podemos bendecir a otros, siempre nos sorprende con un “dadles vosotros de comer”. Es entonces cuando el milagro entra en acción. Yo busco los recursos humanos (unos pocos panes y peces) y el entonces levanta sus manos y nos bendice sobrenaturalmente. Pero claro entre el recurso humano y el milagro  nos deja sin nada. Sino que se lo digan al pobre muchacho que dono sus provisiones. Vaya cara se le debió quedar cuando se dio cuenta que ese día le tocaba ayuno forzoso. Y en ese momento, cuando damos todo por nada, es cuando se produce el milagro, cuando llega la provisión, cuando Dios responde. Todo por nada, ese debe ser nuestro lema. 
Los discípulos comprendieron que en Dios hay provisión y que siempre es abundante, pero aún quedaban muchas cosas por aprender. Cuando la gente comienza a irse Jesús les sube en la barca y les deja solos con la escusa de despedir y el deseo de orar en soledad. Ellos montan eufóricos comentando lo hermoso del día pasado, estaban acostumbrados a pasar de un lado a otro en barca, eran pescadores así que todo estaba controlado y sin darse cuenta se les hace de noche. Es en ese preciso momento cuando comienzan sus problemas. La tempestad arrecia, el viento se pone en contra y el cansancio afloja sus fuerzas. Era la cuarta vigilia de la noche, cuando más oscuridad hay. Ellos angustiados y sin fuerzas piensan que van a naufragar. Y en esta ocasión ni siquiera tienen a Jesús para despertarle. ¿Porque cuando todo iba tan bien, Jesús les mete en esta situación? El nos dijo que subiéramos a la barca, nos dijo que esperáramos en la otra orilla y ahora nos encontramos solos y con todos los recursos humanos agotados, sin fuerzas y sin esperanza. Allí es donde los discípulos aprenden una nueva lección de vida. Jesús se les acerca caminando sobre el agua y les dice: “No temáis…..aquí estoy”. Y en ese momento, el momento en el que Él habla se va fuera el temor, porque sabemos que en Dios todo es posible. El escuchar su dulce voz nos sumerge en un mar de fe y confianza. Es tal la valentía que nos sugiere su voz, que somos capaces de andar por el mar como lo hizo Pedro. Caminar aunque nos caigamos porque ya nada importa, si Jesús esta sabemos que se encargará de sostenernos. 
En la cuarta vigilia, cuando más oscuro esta es cuando estamos a un paso del amanecer, porque por muy larga que sea la noche, por muy oscura que sea, nunca hubo noche sin amanecer.
Siempre se llega a la otra orilla donde comienza lo nuevo. Donde podemos ver el propósito de la travesía y donde comenzamos  a ver de nuevo los milagros.
No sé si te encuentras en una noche difícil y llena de aflicción, no se terminaste ya con todos los recursos humanos que tenías pero lo que si se es que viene el recurso divino. Créeme después de la cuarta vigilia de la noche siempre llega la mañana de milagros.

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