Partimos de la certeza de
que la iglesia no se puede reinventar. Sus bases están dadas y sus puntos de
referencias son claros, o deberían serlo.
Evidentemente esta sociedad si es distinta a las
pasadas y sin romper
con el origen, ya que es el que nos da el sentido cristocéntrico, sí que se
deberían cambiar formulas añejas que ya huelen a rancio y que nunca estuvieron
en la mente de Jesús.
Se es infiel a las
enseñanzas de Dios cuando buscamos crear movimientos heréticos y casi mágicos
de “apostolados papales” y otras hiervas
pero también perdemos de nuestra fidelidad cuando nos empeñamos en
repetir formulas fosilizadas que ya no
dicen nada a nadie y menos a esta sociedad post-moderna en la que vivimos.
Partamos de la base de los
discípulos y observemos que lo que Jesús quiso trasmitirles fue un estilo de
vida, Su estilo de vida. Lo paradójico es que estando con él, aun así, no entendieron absolutamente en nada,
que viene siendo más o menos lo que nos ocurre a nosotros. Los llevo a la
“marginalidad” en el mejor significado de la palabra, fuera de la sociedad en
que vivían para incluirlos luego con unas nuevas leyes, las leyes del reino.
Por tanto, no se es discípulo de Jesús por libre, sino que implica formar parte
de una comunidad, la Iglesia. Esa comunidad donde nos preparamos para esa nueva
cultura de Cristo que ni por asomo es lo que como cristianos estamos
trasmitiendo. Los discípulos optaron por permanecer entre el pueblo y en
especial entre los pobres y marginados porque ellos son los que más necesitan
del amor de Dios. Y nosotros tenemos que cuidar de no convertirnos en “un
pequeño pueblo muy feliz” alejado de toda realidad social. La iglesia debe
aportar siempre en lo social pero nunca puede pretender ser aceptada como otra
opción cualquiera, entre otras cosas, porque no lo es. Hoy hay un pluralismo de
éticas y cosmovisiones que por mucho que intentemos no tienen que ver nada con
el Evangelio.
Debemos tener un despertar
como iglesia para ver las víctimas que esta sociedad, de la que no estamos exentos
ha creado; para ver los millones de personas que pasan hambre, mueren, sufren y
son explotados en todas las facetas posibles y accionar. Cambiamos nuestra
sociedad cuando ayudamos a uno. Como el samaritano que paro y socorrió a su
antagónico, a alguien que no era como él, a alguien por el que podía ser
juzgado. Y no solo le auxilia en el
momento sino que reconoció que necesitaba de su ayuda por un período de tiempo.
Las ayudas puntuales, movidas por la “pena” (terremotos, matanzas, atentados…) paran rápido pero él tenía un deseo de ayudar
hasta el total restablecimiento de la persona. Ese es el trabajo de la iglesia,
sin importarnos que la tarea sea uno a uno, pasito a pasito, viviendo esa
“ética samaritana”.
Jesús nos repite como
iglesia “dadles vosotros de comer”.
Estas palabras no son otra cosa que lo que Él nos dice a aquellos que queremos
servirle, soluciona tu problema resolviendo y actuando en el problema de otro.
Es cierto que los recursos humanos siempre
escasean pero ¿hay algún recurso natural por pequeño que sea en nuestras
manos? De repente un niño comprende los pensamientos de Jesús y le ofrece
sus recursos, su pan de cebada, el pan de los pobres. Me pregunto si no habría
entre toda la multitud gente con más posibilidades, gente con más capacidad,
gente con más conocimiento, gente con más experiencia que ese muchacho. ¿Fue él
el único que pensó en llevarse almuerzo? Claro que no, no lo creo, pero fue el
único que se despojo de él. Porque es cierto que cuando tenemos cubiertas
nuestras necesidades en ocasiones nos volvemos egoístas y nos justificamos en
no ayudar a otros. Pero el niño de la historia arriesgo lo natural en pos de lo
sobrenatural. Cosa que debiera arriesgar siempre la iglesia. El creyó que
cuando Jesús pasa algo pasa. El que tiene oídos para oír oiga.
Así se encuentra nuestra
sociedad con unos panes y unos peces y la iglesia es quién tiene que distribuir
el pan del cielo y repartirlo entre los necesitados. Aprendamos a despojarnos
de lo bueno nuestro por lo mejor de Dios.
Actos
sencillos que transforman radicalmente las cosas, eso necesita dar la
iglesia a esta sociedad paganizada y desquiciada. Dios es especialista en usar
lo insignificante para cumplir lo imposible. Ósea, Dios es capaz de transformar
esta sociedad aun a pesar de nosotros mismos.
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