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lunes, 20 de mayo de 2013

LA IGLESIA, UN ESTILO DE VIDA PARA ESTA SOCIEDAD



Partimos de la certeza de que la iglesia no se puede reinventar. Sus bases están dadas y sus puntos de referencias son claros, o deberían serlo.
Evidentemente  esta sociedad si es distinta a las pasadas  y   sin romper con el origen, ya que es el que nos da el sentido cristocéntrico, sí que se deberían cambiar formulas añejas que ya huelen a rancio y que nunca estuvieron en la mente de Jesús.
Se es infiel a las enseñanzas de Dios cuando buscamos crear movimientos heréticos y casi mágicos de “apostolados papales” y otras hiervas  pero también perdemos de nuestra fidelidad cuando nos empeñamos en repetir formulas  fosilizadas que ya no dicen nada a nadie y menos a esta sociedad post-moderna en la que vivimos.
Partamos de la base de los discípulos y observemos que lo que Jesús quiso trasmitirles fue un estilo de vida, Su estilo de vida. Lo paradójico es que estando con él, aun  así, no entendieron absolutamente en nada, que viene siendo más o menos lo que nos ocurre a nosotros. Los llevo a la “marginalidad” en el mejor significado de la palabra, fuera de la sociedad en que vivían para incluirlos luego con unas nuevas leyes, las leyes del reino. Por tanto, no se es discípulo de Jesús por libre, sino que implica formar parte de una comunidad, la Iglesia. Esa comunidad donde nos preparamos para esa nueva cultura de Cristo que ni por asomo es lo que como cristianos estamos trasmitiendo. Los discípulos optaron por permanecer entre el pueblo y en especial entre los pobres y marginados porque ellos son los que más necesitan del amor de Dios. Y nosotros tenemos que cuidar de no convertirnos en “un pequeño pueblo muy feliz” alejado de toda realidad social. La iglesia debe aportar siempre en lo social pero nunca puede pretender ser aceptada como otra opción cualquiera, entre otras cosas, porque no lo es. Hoy hay un pluralismo de éticas y cosmovisiones que por mucho que intentemos no tienen que ver nada con el Evangelio.
Debemos tener un despertar como iglesia para ver las víctimas que esta sociedad, de la que no estamos exentos ha creado; para ver los millones de personas que pasan hambre, mueren, sufren y son explotados en todas las facetas posibles y accionar. Cambiamos nuestra sociedad cuando ayudamos a uno. Como el samaritano que paro y socorrió a su antagónico, a alguien que no era como él, a alguien por el que podía ser juzgado. Y no solo le  auxilia en el momento sino que reconoció que necesitaba de su ayuda por un período de tiempo. Las ayudas puntuales, movidas por la “pena” (terremotos, matanzas, atentados…)  paran rápido pero él tenía un deseo de ayudar hasta el total restablecimiento de la persona. Ese es el trabajo de la iglesia, sin importarnos que la tarea sea uno a uno, pasito a pasito, viviendo esa “ética samaritana”.
Jesús nos repite como iglesia  “dadles vosotros de comer”. Estas palabras no son otra cosa que lo que Él nos dice a aquellos que queremos servirle, soluciona tu problema resolviendo y actuando en el problema de otro.
 Es cierto que los recursos humanos siempre escasean pero ¿hay algún recurso natural por pequeño que sea en nuestras manos?  De repente un niño comprende los pensamientos de Jesús y le ofrece sus recursos, su pan de cebada, el pan de los pobres. Me pregunto si no habría entre toda la multitud gente con más posibilidades, gente con más capacidad, gente con más conocimiento, gente con más experiencia que ese muchacho. ¿Fue él el único que pensó en llevarse almuerzo? Claro que no, no lo creo, pero fue el único que se despojo de él. Porque es cierto que cuando tenemos cubiertas nuestras necesidades en ocasiones nos volvemos egoístas y nos justificamos en no ayudar a otros. Pero el niño de la historia arriesgo lo natural en pos de lo sobrenatural. Cosa que debiera arriesgar siempre la iglesia. El creyó que cuando Jesús pasa algo pasa. El que tiene oídos para oír oiga.
Así se encuentra nuestra sociedad con unos panes y unos peces y la iglesia es quién tiene que distribuir el pan del cielo y repartirlo entre los necesitados. Aprendamos a despojarnos de lo bueno nuestro por lo mejor de Dios.


Actos sencillos que transforman  radicalmente las cosas, eso necesita dar la iglesia a esta sociedad paganizada y desquiciada. Dios es especialista en usar lo insignificante para cumplir lo imposible. Ósea, Dios es capaz de transformar esta sociedad aun a pesar de nosotros mismos.

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