Estos días estaba charlando
con un joven y aconsejándole sobre algunas cosas cuando Dios me impresiono con
unas palabras que le dije. Como es el Señor de multiforme, hablando con el
jovencito sobre su vida Dios comenzó a hablar a la mía. Como ya es costumbre en
El cuándo quiere que entienda algo no dejo de martillearme con estas palabras “los
recados del padre” y una vez más me enseño una hermosa lección.
Me hizo recordar a David,
el rey David, cuando solo era el hijo menor de Isaí y cuidador de las ovejas de
su padre.
Dice la Escritura que sus
tres hermanos mayores, eran ocho, estaban en la guerra y que el “había ido y
vuelto, dejando a Saúl, para apacentar las ovejas de su padre en Belén”.
Realmente a David, como a cualquier joven israelita de la época le encantaría
estar en la guerra luchando contra el enemigo pero él se conformaba con ir y
venir de vez en cuando y dedicarse a la tarea encomendada por su padre, que no
era otra que cuidar ovejas en el campo.
David por aquel entonces ya
había sido ungido por Samuel pero esto no cambio su estilo de obediencia a su
padre.
Cuando el Espíritu de Dios
se apartó de Saúl y se encontraba atormentado mando llamar a David para que
tocara el arpa después de estas recomendaciones de sus criados “….yo he visto
al hijo de Isaí que sabe tocar, es valiente, vigoroso y hombre de guerra,
prudente en sus palabras y hermoso (y lo más importante)…Dios está con él.
El joven David fue llamado
por el rey y su padre le mando allí durante un tiempo, así que el sabia de las
batallas de los guerreros. Pero cuando su padre le volvió a llamar a casa dejo
de ser paje de armas del rey y volvió a su rebaño.
Pero un día su padre le
manda hacer un recado. Y ese hombre valiente, vigoroso, hombre de guerra, obedece
a su padre. ¡Un simple recado, eso era todo lo que tenía que hacer!
El recado era el siguiente:
-lleva comida a tus hermanos, y quesos a los jefes de mil y tráeme nuevas de
ellos- , ¡que trepidante aventura!
Él no se quejó, se levantó,
dejo sus responsabilidades cubiertas, sus ovejas al cuidado del guardia y salió.
Cundo llego vio como el ejército se ponía en orden de batalla y después de
preguntar por sus hermanos, corrió a la primera línea.
Fue entonces cuando David oyó
al filisteo y pregunto porque nadie luchaba contra él. Saúl, pese a sus
reticencias por creerle demasiado joven le dejo hacer. David sabía que su
tiempo con las ovejas no fue en balde, mato a osos, leones y estaba preparado
para matar a ese gigante incircunciso.
Cuantas veces queremos matar gigantes sin
haber pasado por nuestro tiempo de cuidar ovejas. Cuantas veces en Dios
queremos saltar peldaños y queremos ser relevantes sin matar nuestros osos y
leones. Esos osos y leones que creemos insuficientes para nosotros porque somos
tan ingenuos que pensamos que somos capaces de saltarnos procesos de Dios en
nosotros vamos directamente a matar gigantes. Y así nos va, salimos
descalabrados y caemos bajo la sentencia de Goliat “si vences yo te serviré…pero
si yo gano me servirás tu” y quedamos sometidos por el temor al enemigo.
Pero David había hecho la
tarea, cuido las ovejas de su padre por muchos años y esa mañana marcho
simplemente a realizar “el recado del padre” y fue esa obediencia la que le hizo salir del
campo de batalla habiendo matado su gigante.
¿Qué habría ocurrido si David
esa mañana hubiera decidido no obedecer el encargo de su padre? Jamás hubiera
matado su gigante.
Deja que Dios trabaje en
proceso en tu vida. Haz todo lo que te venga a la mano, trabaja en las necesidades
que encuentres a tu alrededor, no te preocupes porque otros ya están en la
batalla, porque ya son famosos guerreros, cuida de tus ovejas. Es entonces,
cuando menos te lo esperes, que el Padre te mandará a un recado, un
insignificante recado, y cuando tu siendo diligente en dejar tu tarea a otro
salgas en obediencia…. encontraras tu gigante y lo vencerás porque antes ya
mataste tu oso y tu león.
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